Cuando llegó la pandemia del Covid-19 a nuestras vidas lo revolucionó todo por completo. Adaptarse no fue una opción sino una obligación. Utilizar nuevas técnicas y métodos resultó fundamental para continuar con las actividades esenciales.
Una de las grandes transformaciones que encontramos vino de la mano del reconocimiento facial. Las normas estaban claras: distancia de seguridad y nada de contacto social. Fue por ello que la Inteligencia Artificial (IA) y el reconocimiento facial se convirtieron en herramientas fundamentales durante la pandemia y, evidentemente, lo siguen siendo a día de hoy.
Las industrias se están adaptando. La demanda de los usuarios por soluciones convenientes e higiénicas está impulsando la transformación digital de una forma más acelerada que nunca. Los accesos ahora se llevan a cabo mediante tarjetas, reconocimiento facial o cualquier otro método digital que no suponga un riesgo para la salud de las personas.
El hacer uso de estas nuevas tecnologías para facilitar, por ejemplo, el acceso a un lugar, tiene consecuencias negativas también. Por un lado, es importante tener en cuenta todos los datos que otorgamos al mundo digital cuando los usamos. Sin darnos cuenta, miles de millones de informaciones sobre nosotros circulan a una gran velocidad por la red. Es evidente que cada vez que aceptamos la política de cookies o las condiciones de privacidad en una página web, algo de información personal se va de nuestra mano y se la damos a terceros sin darnos cuenta.
La privacidad se ha convertido en el talón de Aquiles de esta tecnología. A pesar de los grandes beneficios que hemos ido comprobando en lo que al ámbito digital se refiere. Bien es cierto que están surgiendo numerosas incógnitas respecto al control que empresas y gobiernos tienen sobre los datos personales de la población.
Otro de los aspectos en los que el coronavirus cambió la perspectiva fue en los métodos de pago. Cada vez son más los negocios y comercios en los que priorizan el pago con tarjeta y dejan a un lado el dinero efectivo. De esta forma, si pagáramos siempre con tarjeta, se sabría constantemente dónde estamos y la cantidad que gastamos. Estaríamos invadiendo nuestra privacidad continuamente puesto que le daríamos a los bancos acceso para que tuvieran un registro de lo que hacemos.
Por otro lado, seguro que recordamos la aplicación radar Covid. Esa herramienta que nos comunicaba si estábamos cerca de un positivo, incluso el tiempo que habíamos pasado a su lado. Si analizamos dicha herramienta, es evidente que tiene su perspectiva positiva pero no debemos dejar a un lado que se trata de una aplicación en la que todo el tiempo saben el lugar en el que te encuentras.
Debemos tener en cuenta que todo el mundo tiene derecho a la privacidad. Uno de los conceptos de privacidad que se incluyó hace años fue el de que toda persona posee una facultad para determinar la manera, el momento y la información personal que podía ser comunicada con otras personas. Es decir, esta idea ofrece la posibilidad y el derecho a controlar la información propia sin que nadie se interponga.
La pandemia del Covid-19 ha traído consigo muchos cambios positivos en lo que a tecnología respecta, pero debemos saber dónde están los límites de los mismos y qué es lo que debemos compartir y lo que no. Siempre hay que tener claro que el dueño de la información personal es uno mismo.
En Vacolba trabajamos con la mayor concienciación posible en ámbitos de privacidad y protección de datos para evitar que se vulneren los derechos de los clientes.
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