¿Los robots serán conscientes de su propia existencia?

¿Los robots serán conscientes de su propia existencia?

¿Mejorar la integración de las máquinas con los humanos a través de la incorporación de sesgos y consciencia es una buena idea? La interacción entre humanos y robots ha sido vista históricamente como útil, a la par que preocupante. Algunos temen que la Inteligencia Artificial (IA) pueda llevar a la extinción de la Humanidad, mientras que otros ven en ella un futuro más optimista.

Un robot debe tener un sesgo cognitivo para tomar decisiones subjetivas y transmitir al algoritmo la razón de su acción. Sin embargo, esas decisiones subjetivas deben estar ligadas a una consciencia que las soporte y accione. Por el momento, la Inteligencia Artificial que regula a estas máquinas no es capaz de adquirir un mínimo de consciencia.

El término ‘Inteligencia Artificial sugiere algo sintético, no orgánico, creado por el ser humano. Si los robots tuvieran consciencia, se usaría una terminología diferente para referirse al sistema que controla sus acciones, ya que buscan parecerse a los seres humanos. Además, la consciencia es una característica exclusiva de los seres vivos y, hoy por hoy, no puede ser replicada en robots o máquinas porque es un concepto complejo y sigue siendo objeto de debate y estudio en la filosofía, la neurociencia y otras disciplinas. Pero… ¿Es posible que los robots sean conscientes de su propia existencia?

La consciencia de los robots ¿es una utopía?

Actualmente, no se comprende al cien por cien cómo funciona la percepción en los seres humanos y otros animales vivos, por lo que resulta difícil clonarla en una máquina o robot. Además, y aparte de la consciencia, la conciencia es considerada una característica emergente de la complejidad y la interacción de los sistemas biológicos y no parece ser algo que pueda ser codificado y programado de manera directa en una IA. Por estas razones, las voces expertas más cautas prevén que es poco probable que la conciencia pueda ser replicada en robots en un futuro próximo.

Tampoco se puede obviar el hecho de que la consciencia requiere un estado continuo de percepción de la realidad, que deriva en conocimiento moral, es decir, en conciencia. Es necesario diferenciar estos dos términos para entender la sofisticación del cerebro humano porque no nos olvidemos que, cuando interactuamos con máquinas reguladas por la IA, en realidad nos estamos comunicando con otro ser humano que ha codificado las acciones que debe seguir, mediante algoritmos, un robot para proporcionarnos una respuesta real, aunque no autónoma, de momento.

Precisamente, la autonomía es fundamental para el desarrollo humanoide de las máquinas, pero los algoritmos que las rigen son lo más parecido a la conciencia humana que una máquina puede experimentar a día de hoy. La autonomía de los robots requiere conciencia y consciencia. Esta última es la que determina la capacidad de quien la ostenta para percibir la realidad y reconocerse en ella. En este aspecto entran en juego la capacidad de sentir, de expresar sentimientos. Un robot, que no la robótica, por el momento, es incapaz de reconocer el frío o el calor, de llorar o de reír per sé. Es decir, la autonomía es imprescindible para la independencia total -y consciente- de las máquinas inteligentes.

Robots con visiones duales para realidades paralelas

De igual manera, existen tres leyes de la robótica que rigen los principios que deben regular la interacción de las máquinas con los seres humanos y que son las siguientes:

Primera ley:

“Un robot no hará daño a un ser humano”.

Segunda ley:

Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley”.

Tercera ley:

Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley”.

Resumidas estas tres disposiciones, existe un dualismo que compite permanentemente por demostrar si las máquinas que nosotros mismos estamos creando lograrán tener conciencia y consciencia o si, por el contrario, tan solo se trata de un enjambre utópico.

Los argumentos que se discuten se engloban en posiciones duales. En primer lugar, se arguye que en base a una tecnología fuertemente desarrollada los humanos podremos crear sistemas internos como el de los seres vivos que reproduzcan cierto reconocimiento sensorial intrínseco de la realidad, es decir, consciencia. En segundo lugar y por el contrario, se enfatiza que una máquina tan solo podrá imitar el comportamiento humano, pero, eso sí, exenta de sentir emociones naturales, lo cual imposibilita la comprensión de la realidad o, lo que es lo mismo, la generación de consciencia.

De modo que las tres leyes de la robótica rigen la interacción de robots y humanos y hay un debate sobre si las máquinas pueden tener conciencia y consciencia o solo imitar el comportamiento humano sin sentir emociones.

¿Robots autónomos sin independencia y con consciencia?

El ser humano todavía no ha sido capaz de entender su comportamiento y no es lógico, seguro, ni ético aplicar estados inherentes del ser humano a máquinas si las personas no somos capaces de comprender todavía nuestro propio funcionamiento. Sin mecanismos autónomos e independientes, la conciencia y consciencia no existen.

Las versiones plantean incertidumbre sobre la aplicación de la conciencia y la consciencia en máquinas, ya que el ser humano aún no entiende su propio comportamiento, y plantea la posibilidad de que la Inteligencia Artificial pueda tener consciencia sin experimentar la moralidad de la conciencia.

Estas versiones dualistas de las capacidades que los humanos podemos otorgar a los robots permiten que nos planteemos la verdadera posibilidad de que esto ocurra. De todas maneras, cabe plantearse una cuestión comentada al principio: si la Inteligencia Artificial finalmente consigue reconocer su propia realidad y existencia, ¿se podría definir esa percepción como consciencia?

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